Los niños son la expresión humana de la transformación, esa promesa viva de un futuro mejor, de ellos dependen grandes cambios globales; por ello es importante sembrar en ellos la consciencia humana vista desde el amor, respeto, tolerancia y la resiliencia.
El crecimiento físico, mental, espiritual, emocional y conductual que nos lleva de niños a adultos, va ligado a duelos constantes, a diversos procesos de adaptación, caminos que de manera ineludible debemos enfrentar como algún desamor, la pérdida de amistades, el cambio de una escuela, la finalización de un ciclo escolar, cambio de casa, divorcio de padres, inmigración, la pérdida de ilusiones, de sueño, así como la pérdida de un ser Amado; ya sea que lo vivamos siendo niños o siendo adultos.
El duelo es un proceso de amor en homenaje a aquello que se ha perdido, un fortalecimiento como seres humanos, una experiencia de sanidad y recuperación ante aquella herida en el alma. En el caso de los niños hay una gran influencia que rodea la concepción de la muerte: la familia, la escuela y el entorno social. |
Vivimos bajo una sociedad dónde la muerte es un tópico del cual se evita hablar, un tema incómodo, etiquetado como sinónimo de tristeza, simplemente, un enemigo más de la vida, y ¿por qué pasa esto? Cuando el adulto es cuestionado por un niño sobre la muerte, por inercia intentará contestar desde su experiencia, desde su niño interior, desde aquel dolor sufrido por la muerte de su Ser Amado, o por el simple miedo de que esto pueda suceder, y ese sentimiento lo hace callar o desviar el tema, para así desde la errónea concepción, poder evitar el dolor al infante.
Los niños ven la vida desde la inocencia, la pureza y desde lo simple y lo natural: vivir – morir. Para los pequeños la curiosidad es su motor de búsqueda, les interesa todo aquello que les rodea, aquello que su mirada puede apreciar, que sus oídos pueden escuchar, que su olfato puede oler, y así poco a poco van percibiendo como existe rechazo, miedo, ansiedad, sin entender el por qué ellos comienzan a caer en el paradigma del miedo a la muerte.
Cuando ”protegemos” al niño del sufrimiento de la muerte, estamos realmente apartándolo de un evento necesario para su crecimiento y desarrollo psíquico, es imposible evitarles todo el dolor. Al contrario de lo que se cree, el apartar al niño lo exponemos a sentimientos negativos, tales como frustración, ansiedad, etc.… que les dificultan el desarrollar habilidades propias de la gestión de sus emociones, o propiamente, la inteligencia emocional, el poder entender lo que sienten, el por qué es importante como se sienten otros, para crear relaciones interpersonales sanas en su futuro.
En Cielo Eterno creamos un taller dedicado a acompañar con psicoeducación a los padres de familia y tutores durante el proceso de duelo infantil, generando un espacio de sensibilización y aprendizaje social y emocional de los niños, culminando con herramientas y estrategias para afrontar y sanar el dolor de la despedida en compañía de ellos.
Permítenos acompañarte en esta gran experiencia de sanación; reserva tu lugar al número: 312 1073 782